¡Que plácida tarde de otoño!
La sierra, corazón verde,
de renovada esperanza.
¡Gloria en el aire!
Gloria en las silvestre flores,
en los tempranos madroños,
en los erizos de los castaños,
que salpican generosos la sierra.
La luz, baja deslizándose
entre las ramas esmeraldas.
Entre los encinares, me besa.
Esplendorosa es su caricia sobre mi piel.
El pájaro, invisible cantor,
me regala su melodía,
que se funde con el aire.
No lo alcanza mi mirada,
sólo lo siento y disfruto su música.
Embriagado mi corazón,
con este silencio, en este tiempo,
que parece detenido, eterno,
bajo el azul de este limpio cielo.
Solo el pensamiento,
alcanza la esencia del espíritu de esta tarde,
plena y remansada de la serranía.
Charo Torrejón